miércoles, febrero 23, 2005

Ética y Periodismo Electrónico

Antes de comprometerme en una aproximación a lo que ha de ser el desempeño ético del periodismo sobre una plataforma electrónica, quiero referirme a lo siguiente:

La razón de la ética de las Tecnologías de la Información reside en dos hechos: (1) los nuevos problemas creados en la sociedad por las computadoras, y (2) estos problemas presentan dilemas éticos para los profesionales y usuarios de las computadoras. Los problemas creados por las computadoras se originan por dos causas fundamentales: el mal funcionamiento del hardware y el software y el mal uso que de las computadoras hacen los seres humanos.[1]

Partiendo de esta afirmación considero que si bien es cierto que la aparición de internet ha jugado un papel protagónico en el desarrollo de nuevas alternativas de producción periodística, sería demasiado pretencioso el querer darle a dichas opciones un carácter distinto o ajeno al del ejercicio mismo del periodismo tradicional.

Por ello considero que las bases de un derrotero ético están ya sentadas y lo único que debemos hacer para ratificar su validez en esta novedosa etapa del periodismo es ponerlas en práctica.

El siguiente texto fue extractado del sitio web de la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (http://www.utpba.com.ar/)

LOS PRINCIPIOS INTERNACIONALES DE ÉTICA PROFESIONAL EN EL PERIODISMO
Bajo los auspicios de la UNESCO se organizaron, a partir de 1978, reuniones consultivas de organizaciones internacionales y regionales de periodistas profesionales que, en total, representaban a 400 mil periodistas activos de todas partes del mundo.

La segunda de estas reuniones consultivas, celebrada en la ciudad de México en 1980, expresó su apoyo a la Declaración de la UNESCO sobre los principios fundamentales relativos a la contribución de los medios de comunicación de masas al fortalecimiento de la paz y el entendimiento internacional, a la lucha contra el racismo, el apartheid y la instigación de la guerra. El pronunciamiento conocido como "Declaración de México" incluyó una serie de principios que representan las bases comunes de los códigos actuales de la ética periodística a nivel nacional y regional e importantes estipulaciones de diversos instrumentos internacionales de naturaleza legal.

La cuarta reunión consultiva (Praga y París, 1983) tomó nota del carácter duradero de la validez de la Declaración de la UNESCO, en la cual -entre otras estipulaciones- se reconoce "el ejercicio de la libertad de opinión, de expresión y de información, como parte integrante de los derechos humanos y las libertades fundamentales y como factor vital en la consolidación de la paz y del entendimiento internacional".

Por otra parte, la reunión recalcó el importante papel jugado por la información y la comunicación en el mundo contemporáneo a los niveles nacional e internacional y la creciente responsabilidad de masas y los periodistas.

Sobre esta base fueron preparados los siguientes principios de ética profesional en el periodismo como plataforma internacional común y como fuente de inspiración para los códigos de ética periodística nacionales y regionales. Cada organización profesional podrá promover estos principios de un modo autónomo por los medios y vías más convenientes para sus miembros.

EL DERECHO DEL PUEBLO A UNA INFORMACIÓN VERÍDICA
El pueblo y los individuos tienen derecho a recibir una imagen objetiva de la realidad mediante una información precisa y global, así como a expresarse libremente a través de diversos medios de cultura y comunicación.

LA CONSAGRACIÓN DEL PERIODISTA A LA REALIDAD OBJETIVA
El deber supremo del periodista es servir la causa del derecho a una información verídica y auténtica mediante una dedicación honesta a la realidad objetiva, mediante una exposición responsable de los hechos en su debido contexto, destacando sus vinculaciones esenciales y sin causar distorsiones, desplegando debidamente la capacidad creadora del periodismo, de forma de ofrecer al público un material adecuado que le permita hacerse una idea precisa y global del mundo y en el que el origen, la naturaleza y la esencia de los acontecimientos, procesos y situaciones sean presentados con la mayor objetividad posible.

LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DEL PERIODISTA
En el periodismo, la información es entendida como bien social y no como mercancía, lo que implica que el periodista comparte responsabilidad por la información transmitida y, por consiguiente, responde no sólo ante los que controlan los medios informativos sino, a fin de cuentas, ante el público en general y sus diversos intereses sociales. La responsabilidad social del periodista exige que éste actúe, bajo cualquier circunstancia, en conformidad con su conciencia personal.

LA INTEGRIDAD PROFESIONAL DEL PERIODISTA
El papel social que asume el periodista exige que en el ejercicio de su profesión mantenga un alto grado de integridad, incluyendo el derecho a declinar el trabajo que vaya en contra de su convicción o a no revelar fuentes de información, así como el derecho a participar de la toma de decisiones en el medio informativo en el que el periodista trabaja. La integridad de la profesión no permite que el periodista acepte soborno alguno o la promoción de ningún interés privado contrario al bienestar general. Forma parte de la ética profesional, asimismo, el respetar la propiedad intelectual y, en particular, evitar el plagio.

EL ACCESO Y LA PARTICIPACIÓN DEL PÚBLICO
La naturaleza de su profesión exige que el periodista promueva el acceso del público a la información y su participación en las políticas de comunicación, incluyendo el derecho de corrección o rectificación y el derecho de réplica.

EL RESPETO DE LA VIDA PRIVADA Y DE LA DIGNIDAD HUMANA
Parte integrante de las normas profesionales del periodista es el respeto del derecho del individuo a la vida privada y a la dignidad humana, en conformidad con las estipulaciones del derecho y la reputación de los demás, prohibiendo el libelo, la calumnia, la maledicencia y la difamación.

EL RESPETO DEL INTERES PÚBLICO
La ética profesional del periodista prescribe el respeto a la comunidad nacional, a sus instituciones democráticas y su moral pública.

EL RESPETO A LOS VALORES UNIVERSALES Y LA DIVERSIDAD DE CULTURAS
El periodista íntegro es partidario de los valores universales del humanismo, sobre todo de la paz, la democracia, los derechos humanos, el progreso social y la liberación nacional, respetando, al mismo tiempo, el carácter distintivo, el valor y la dignidad de cada cultura, así como el derecho de cada pueblo a elegir y a desarrollar libremente sus sistemas políticos, sociales, económicos y culturales. El periodista participa así activamente en la transformación social hacia una mayor democratización de la sociedad y contribuye, mediante el diálogo, a crear un clima de confianza en las relaciones internacionales, propicio a la paz y la justicia en todas partes, a la distensión, al desarme y al desarrollo nacional. Forma parte de la ética profesional el que el periodista tenga en cuenta las estipulaciones que vengan al caso contenidas en los convenios, declaraciones y resoluciones internacionales.

LA ELIMINACIÓN DE LA GUERRA Y OTROS GRANDES MALES QUE ENFRENTA LA HUMANIDAD
El compromiso ético con los valores universales del humanismo obliga al periodista a abstenerse de toda justificación o instigación a la guerra de agresión y la carrera armamentista, especialmente el racismo y el apartheid, la opresión por regímenes tiránicos, el colonialismo y el neocolonialismo, así como otros grandes males que afligen a la humanidad, tales como la pobreza, la subalimentación y las enfermedades. Ateniéndose a este principio, el periodista puede contribuir a eliminar la ignorancia y las incomprensiones entre los pueblos, a sensibilizar a los ciudadanos de un país sobre las necesidades y los deseos de otros pueblos, a asegurar el respeto de los derechos y de la dignidad de todas las naciones, todos los pueblos y todos los individuos sin distinción de raza, sexo, lengua, nacionalidad, religión o convicción filosófica.

LA PROMOCIÓN DE UN NUEVO ORDEN MUNDIAL DE LA INFORMACIÓN Y LA COMUNICACIÓN
El periodista opera en el mundo contemporáneo dentro de un movimiento hacia nuevas relaciones internacionales en general, y un nuevo orden informativo en particular. Este nuevo orden, entendido como parte integrante del Nuevo Orden Económico Internacional, se orienta a la descolonización y la comunicación, tanto a escala nacional como internacional, sobre la base de la coexistencia pacífica de los pueblos y el respeto pleno de su identidad cultural. El periodista tiene la especial obligación de promover el proceso de democratización de las relaciones internacionales en la esfera de la información, particularmente salvaguardando y respaldando relaciones de paz y amistad entre los Estados y los pueblos.

Bibliografía

FAUNDES, Juan Jorge. Ética y contexto del periodismo de Investigación. En: Revista Probidad. Sétima Edición, Marzo - Abril 2000. http://www.probidad.org.sv/

JOYANES, Luis. Cibersociedad. Los retos sociales ante un nuevo mundo digital. Madrid: Mc Graw Hill, 1997. 337p.

PEDREÑO, Eduardo. Nuevo periodismo y ética, otro reto para internet. En: http://www.diariored.com/

SORIA, Carlos. La ética de las palabras modestas. Medellín: Editorial Universidad Pontificia Bolivariana, 1997. 226p.

Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires. Los principios internacionales de ética profesional en le periodismo. En: http://www.utpba.com.ar/

Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México. Código de ética periodística. En: International Journalists’ Network. http://www.ijnet.org/

[1] JOYANES, Luis. Cibersociedad. Los retos sociales ante un nuevo mundo digital. Madrid: Mc Graw Hill, 1997. p. 263

miércoles, febrero 09, 2005

Día del Periodista

La gente en Colombia no lee, no porque no le guste leer, sino porque no hay que leer. Lo que se produce en nuestros medio no motiva a la lectura
Mauricio Vargas

Uno de los grandes errores que ha cometido el sistema educativo colombiano es el de asumir una actitud pasiva frente a la problemática de la formación profesional, y eso no es ajeno a la formación de periodistas y comunicadores.

Si bien es cierto que la Ley 30 de 1992, que enmarca de manera general la educación en Colombia, es una guía, no se puede negar que su carácter de generalidad ha traído consecuencias poco favorables para el sistema educativo colombiano. La interpretación de Ella, desde una óptica mercantilista, ha permitido el surgimiento de nuevos emprendedores que ven en la educación la nueva empresa del siglo XXI, repercutiendo indiscutiblemente en la calidad de los profesionales que hoy estamos formando.

La promoción automática, modalidad asumida por el sistema educativo en sus ciclos de formación básica primaria y secundaria, ha rebanado de un tajo la posibilidad de imponerse retos a sí mismo. ¿Para qué matarse estudiando todo el año si al final puede aprobarse con unas pocas semanas de clases dirigidas y evaluaciones supletorias?

Este y otros factores afectan sin distinción alguna a todos los programas de formación básica y han influido también en la formación profesional de periodistas y comunicadores.

La Comunicación y el Periodismo dejaron de ser una pasión por el ejercicio de un compromiso social y pasaron a convertirse en la posibilidad de escudarse de las falencias de un sistema educativo en decadencia. La formación de periodistas y comunicadores se ha limitado a instruir metodológicamente dando a conocer las técnicas de redacción y dejó de extendernos la invitación a entender o investigar sobre una realidad que nos atropella día a día.

La investigación pasó de ser base y fuente de inspiración del conocimiento a convertirse en una tediosa tarea de transcribir textualmente lo expresado por las fuentes y en el peor de los casos, lo dicho por otros colegas o lo consignado en los libros, sin el más mínimo respeto por quienes detrás de un trozo de papel o frente a una radio o un televisor, nos conciben como único punto de referencia y contacto con el mundo.

Pero esta culpa no es exclusivamente del sistema o de las instituciones que asumen el reto de formarnos, también debemos aceptar gran parte de la responsabilidad.

No basta con asistir a la universidad esperando obtener un título profesional, hay que vivirlo, sentirlo y comprometerse en la tarea de merecerlo. Hace falta mucho más que sentarse en una sala a las seis de la mañana ansiando que transcurran los primeros quince minutos sin que se tenga noticia de un tutor - que convertimos en policía -, para evadir un compromiso que en nuestro país se convirtió en privilegio. Requerimos más que suplicar por una semana adicional para terminar con un trabajo que aún no hemos empezado. Necesitamos tolerar pacientemente a compañeros que se atreven a hacer preguntas que una vez resueltas nos ayudan a resolver nuestras propias inquietudes. Precisamos de una actitud más férrea frente a nuestra propia formación y la de nuestros futuros colegas.

Un nuevo reto
Aún sordos por el estallido de un fenómeno cuya magnitud nos asombra y al que abordamos tímidamente por todos los extremos, el periodismo ha encontrado una senda que bien puede marcar la diferencia entre los periodistas del siglo XX y los de siglo XXI.

Leímos la prensa revolucionaria, nos maravillamos con las crónicas impregnadas de realismo mágico, fuimos testigos del auge de la prensa alternativa, nos cansamos del discurso político desde la Presidencia y rechazamos sin reparo los intereses de convertir los medios de comunicación en vitrinas saturadas de cremas y utensilios de cocina pero, ¿qué sigue?

¿Reinventar la revolución acaso? ¿Pasar del realismo mágico al surrealismo absurdo? ¿Olvidarnos de ocho mil procesos y otros más? o ¿Sucumbir ante la falta de creatividad que nos condena a postrarnos frente a una cámara a leer anuncios clasificados en un horario triple A?

Definitivamente no.
La apuesta debe ser por producir más y mejores contenidos para nuestros lectores, televidentes y radioescuchas; retomar las raíces de la investigación; dudar de nosotros mismos; ser concientes de la importancia que implica nuestro rol en la sociedad; asumir responsablemente las tarea de informar, entretener y educar y sobre todo, ejercer con humildad el papel de mediadores que nos fue encomendado.

¡Feliz Día Colegas!