sábado, abril 30, 2005

¿Amigo - Enemigo? / ¿Dominante - Dominado?

Dentro de lo que ha sido el proceso histórico de nuestro país hemos sido herederos, generación tras generación, de un sentimiento cada vez más conflictivo, excluyente y socialmente peligroso: el de reconocer en el otro, no la oportunidad de debatirme a mí mismo, ni de ampliar mis niveles de conocimiento, sino de reconocerle como un escollo del camino, un bache que hay que esquivar y todo con el único fin de conseguir lo que se quiere: gozar de una posición ideológicamente dominante. – ¿ Control acaso? –

Y hemos permitido que dicho actuar violento trascienda en nuestras vidas al punto de configurarse como hábito, ocupando los espacios reservados para nuestra convivencia social y reproduciendo conductas que en nada contribuyen a la construcción de un ideal colectivo. Hemos subvalorado dichos hábitos personales y sin percibirlo han pasado a formar parte de nuestras propias costumbres que poco a poco permiten que nuestra cultura se nutra con costumbres que no sólo toman fuerza con facilidad, como lo son las del actuar violento, sino que con cierta permisividad son adoptadas por otras personas persiguiendo su generalización y difusión a cualquier precio.

Ideas o armas de batalla en una lucha imaginaria
Al tergiversar por completo el contexto que se nos ofrece según el cual todos somos diferentes y eso realmente es lo valioso, hemos caído en el error de justificar cualquier diferencia como punto de partida para una batalla ideológica que sin ser necesaria termina por llevarse a cabo, inmersa en la dinámica del amigo – enemigo. Y allí, justo en medio de la confrontación terminamos por darnos cuenta de que la dimensión que hemos construido del motivo inicial de confrontación, no pasa de ser un pretexto caprichoso de enfrentamiento y discusión después del cual no se llega a acuerdos puntuales, como tampoco se cede en ninguno de los planteamientos que sería necesario acordar para acabar de raíz con una situación que no aporta nada al conocimiento.

Es interesante como al reconocer en el otro a ese oponente ideológico se le califica no como contrincante en el umbral de las ideas, sino como enemigo del comportamiento generalizado al interior de mi colectividad, se le tacha de enemigo de la causa propia y de los demás compañeros – aunque en algunos casos no es más que desde el propio narcisismo – . Y lo realmente importante no es reconocer las virtudes del otro y admirarle su capacidad de confrontación para conmigo, no. Lo importante en estos casos es reconocer en el otro lo que no posee para ser sino igual, al menos parecido a nosotros mismos.

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