domingo, septiembre 16, 2012

lunes, febrero 06, 2012

“El peatón sobre todas las cosas” o “Todas las cosas sobre el peatón”

Es de reconocer que una de las grandes dolencias de la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG) es su sistema de transporte público.

La fealdad, suciedad y peligrosidad de sus unidades de transportes público, reflejada ésta última en los altos índices de accidentalidad, mortalidad y morbilidad ocasionados por la imprudencia de sus conductores (“en 2011 el transporte público cobró 46 vidas en la ZMG”), demanda que las administraciones de los ayuntamientos que integran la ZMG tomen cartas en el asunto y resuelvan de una vez por todas, un tema que es neurálgico para un desarrollo que esté en sintonía con la realidad tapatía.

Ahora bien, la problemática existe, pero ¿qué hace que durante administraciones consecutivas el desdén haya sido la actitud predominante por parte de la clase dirigente para erradicarla?
Es evidente la alta densidad vehicular de la ZMG (el parque vehicular se incrementó en un 4,36% durante 2011), impacto que se ve reflejado en la disminución de la Velocidad Promedio de Desplazamiento en Km/Hr que reporta la Secretaría de Vialidad y Transporte de Jalisco y que demuestra el poco interés de los jaliscienses por el uso del sistema de transporte público. Así, el desuso de un sistema de transporte hace que no se preste mayor atención a su desempeño, control y mejoramiento.

Los índices de calidad del aire derivados de este crecimiento constante del parque automotor jalisciense son cada vez más preocupantes en razón de que, en lugar de disminuir los niveles de contaminación, estos están cercanos a los 100 puntos (rango límite establecido por la Secretaría de Medio Ambiente para el Desarrollo Sustentable en el Índice Metropolitano de la Calidad del Aire).

Además, la renovación de vehículos de transporte público parece que ha quedado consignada simplemente en el indicador diseñado por la Secretaría de Vialidad y Transporte pues, no solo no se han cumplido las metas establecidas para los 2009, 2010 y 2011, sino que es cada vez más frecuente hacer uso de unidades de transporte público desvencijadas, en condiciones sanitarias deplorables y con una alta peligrosidad para casi cualquier usuario.

¿Qué debería hacerse?

  • Dignificar las condiciones laborales y el acceso a servicios de salud de calidad de los conductores de las unidades de transporte público. Algunos de ellos trabajan turnos de hasta 16 horas y sus remuneraciones están muy por debajo de la media legal. En lugar de disfrazar el problema en la supuesta irresponsabilidad reiterada de los conductores de las unidades, lo que realmente debería evidenciarse por parte de los medios de comunicación, es la negligencia de los propietarios de dichas unidades por la concertación de condiciones laborales ajustadas a la realidad.
  • La Secretaría de Vialidad y Transporte, asumir con seriedad su papel de organismo de control en temas de transporte.
  • La Secretaría de Medio Ambiente, trabajar en equipo con la SVT para diseñar programas que redunden en el beneficio de la calidad de vida de los tapatíos y no solo en el diseño de indicadores que, además de no mostrar evolución alguna, son invisibilizados para no tomar medidas de fondo en un tema tal criticidad, como lo es la calidad del aire que respiramos.
  • A los tapatíos, sentar su voz de protesta permanente hasta que se allanen soluciones; exigir la prestación de un servicio de transporte público cómodo, limpio y seguro, demandando de las entidades involucradas en su manejo, la presentación de acciones que realmente se materialicen en un período de tiempo real; y ejercer control y veeduría ciudadana en estos temas.

miércoles, febrero 01, 2012

Cambio de hábito


Recuerdo que en mi época de universidad, una de las cosas más críticas cuando nos reuníamos en nuestro grupo de estudio, era mi insistencia con el tema de comer a la hora que correspondía. Si no, mi estado de ánimo cambiaba y no solo el cansancio se apoderaba de mí, también el mal genio.

Sin embargo, desde que me radiqué en Guadalajara, lo que más dificultad me ha costado es el cambio de mis hábitos alimenticios. Y no por la el tipo de alimentos o lo picoso de las comidas. La verdad siempre he sido proclive al consumo de picante. Lo realmente tormentoso ha sido adaptar mi estómago a los horarios poco familiares para la ingesta de las comidas.

Para empezar, la hora acostumbrada para tomar el desayuno en Colombia, está entre las 7:00 a.m. y las 9:00 a.m.; la del almuerzo entre las 12:00 m y las 2:00 p.m. y la comida entre las 7:00 p.m. y 8:00 p.m.

En cambio, en Guadalajara, el desayuno o almuerzo (confieso que aún me confunde el cómo manejan estas dos comidas), es entre las 9:00 a.m. y las 11:00 a.m. Entre las 12:00 m y las 2:00 p.m. es común ver que la gente come un tente en pie y solo entre las 3:00 p.m. y las 5:00 p.m. se come (o lo que en la #colombianes, como dice mi compañera Gaby Ruiz, es el almuerzo), horario por demás difícil para mi mente, mi estómago y todo mi cuerpo.

La cena, en cambio (y conste que en Colombia no acostumbraba comer platos fuertes a la hora de la cena – o mejor conocido como la comida –, al menos no en los últimos años), los tacos, los chicharroncitos, la arrachera, los lonches y demás platos fuertes, hacen parte de las costumbres culinarias de los tapatíos.

Ya llevo semanas de adaptación a estos horarios y, por ahora, más allá de una ligera pérdida de peso, mi cuerpo responde sin contraindicación alguna. Al menos eso creo.